jueves, 10 de enero de 2013

como marquesas





Estos días tengo ganas de viajar, de olvidar la vida cotidiana, el frío, la lluvia, tanta lluvia... Tras sobrevivir a las navidades, tengo ganas de sol, de pasar un poquito de calor. Añoro un viaje que me haga soñar y estos días pasados me he acordado mucho de Egipto, quiero volver. Supongo que parte de la culpa la tiene el portal de Belen, el pequeño adora los belenes y solemos dedicarle bastante tiempo a su contemplación. A mi nunca me habían llamado demasiado la atención, pero tras el cursillo acelerado al que me somete cada Navidad, acabaré formando parte de una asociación de belenistas, algo que considero muy meritorio, dedicar tu tiempo libre a la realización de belenes con diferentes escenografías año tras año.
Su belen favorito, que desmonta una y otra vez y repasa en cualquier época del año es muy curioso, ya que me he dado cuenta que la estrella está colocada al revés, un rey mago lleva la media luna en el gorro y no hay mula ni buey si no un burro y un camello y lo mejor es que el angel anunciador es una pelirroja con coletas. Realmente interesante.
Y con todo esto, la cabeza se me va a Egipto, un país en el que estuve en dos ocasiones, con diferentes compañeros de viaje, pero en los dos casos inolvidables. El primer viaje, del que salieron las imágenes que ilustran el texto, fue un viaje de chicas, con una amiga de toda la vida, que gracias a su trabajo en una compañía de lujo hotelera, viajamos como marquesas y disfrutamos como locas. El segundo, mas moderado, pero igual de mágico fue el inicio de una buena amistad y quizás la calma del Nilo me llevó a calmar de igual modo mi vida.

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