Hay días para quedarse en casa y disfrutar del tiempo para mi. Hoy es uno de ellos, pero no, esta tarde me espera La Selva, el lugar preferido de las bacterias y los virus para compartir con la tierna infancia. Como madre sociable y entregada he aceptado compartir fiesta con otras dos fieras e invitar a toda la clase.
Ya sabemos que a esta edad no eligen los pequeños y claro, hay que hacer vida social en un garaje convertido en parque infantil. Le he pedido a la madrina del pequeño, amiga del alma que me acompañe, ya se sabe, que sufrir en compañía es mas llevadero, además en esos sitios no venden alcohol, así que nos tiraremos a las gominolas.
Como soy un poco masoca, mañana repetimos la hazaña con los amigos de fuera del colegio, menos mal que son sólo cinco o seis y el lugar es mas higiénico. Creo que no les va a gustar tanto, tocaran manualidades didácticas y piñata, pero la ventaja es que no admiten padres, sólo llevar y recoger.
Yo, que siempre opiné sobre la locura de celebrar desde tan pequeño, acabo de caer en el pozo mas profundo de mis contradicciones. Mis teorias de una tarta con los abuelos y los primos se fue por la borda, lo peor de todo es que eso ocurrirá también un fin de semana de estos.
Es uno de los problemas de tener un hijo único y de esta sociedad de consumo, hay que invitar a quién previamente nos invitó, somos seres sociables o al menos eso le tengo que enseñar, aunque yo siempre odié las fiestas de cumpleaños. En fin, no me imagino como será su boda..
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