Desde que nació fui consciente que el pequeño era muy observador, supongo que como muchos bebes, se te quedaba mirando intensamente y como tardó bastante en empezar a hablar, muchas veces me preguntaba, en que estaría pensando.
Siempre pareció mayor para su edad y recuerdo un día en el supermercado, mientras la cajera se fijaba en él y le decía cosas cariñosas, al no recibir contestación, yo me justifiqué con un es que no habla, la pobrecilla se quedo absolutamente muda y tuve que aclararle que todavía no hablaba, pero que no porque tuviese ningún problema aparente, que todavía era pequeño. Como tuvo mucho tiempo para pensar, aprendió a mirar y a que sus ojos hablasen.
Es un conquistador, con esa mirada y una sonrisa que parece haber aprendido en el Actor´s Studio, se ganó al barrio, que mas bien parece una aldea. En el recorrido a la guardería se paraba diariamente con Moncho, el quiosquero, Esperanza, la frutera y diversas personas con las que por cuestiones de horario coincidían con él. Consiguó de ellos algo que no he visto que pasase con ningún otro niño que conozca, paraban cualquier quehacer, por un abrazo o beso diario y me di cuenta que para Moncho es como el nieto, que todavía no tuvo y para el repartidor de fruta, que normalmente a esa hora está a la puerta del establecimiento de Esperanza, era una cita cotidiana y que esperaba en la furgoneta todos los días su paso para darle una mandarina, con un toma amigo, para que comas en el cole. Puede parecer increíble, pero lo increíble es que ocurría día tras día en su recorrido diario, sin saber ninguno de ellos cuales eran sus nombres, era lo que menos importaba.
De todas estas experiencias, la mas sorprendente es la relación con Daiana, (mira que me costó recordar que era Daiana y no Diana) una chica que trabaja en la zapatería debajo de nuestra casa. La relación empezó con las miradas de las que hablé y ella, argentina, joven, guapa a rabiar, exhuberante y además tremendamente simpática, le sonreía y saludaba al pasar, contestando a su llamada de atención y cuando con el calor de la primavera la puerta de cristal estaba abierta, él se aproximaba al umbral y le sonreía, sin hablar y ella no paraba de contarle lo guapo que estaba o que bonito era ese juguete que se traía entre manos. Y así fue pasando el tiempo y fueron ganando en confianza, como todas las relaciones de la vida y llegó el amor. Con ese acento porteño, unos dientes blanquísimos que iluminaban su sonrisa y un pelo rubio y rizado como las actrices de los 80, se ganaba un abrazo apasionado o un beso fugaz. El pequeño es fiel como el jardinero y no hay día que al pasar no intente hacer una paradita. Incluso días que tenemos prisa o el tiempo no ayuda, empuja la puerta y entra en la zapatería.
En alguna ocasión, con ésta llena de gente, hace su entrada y yo tras él, ligeramente avergonzada, al tiempo que a gritos se oye, Dai, subeeeee, que está aquí tu novio. Os podeis imaginar la cara del resto de la mujeres que se encuentra allí. Y a mí, la suegra, que me da un ataque de risa. Daiana sube corriendo y se abrazan tiernamente.
Esta claro que hay muchos tipos de amores y que no tienen edad, para el será un recuerdo borroso de su infancia, Daiana no creo que lo olvide y yo espero que dure muchos años.
En alguna ocasión, con ésta llena de gente, hace su entrada y yo tras él, ligeramente avergonzada, al tiempo que a gritos se oye, Dai, subeeeee, que está aquí tu novio. Os podeis imaginar la cara del resto de la mujeres que se encuentra allí. Y a mí, la suegra, que me da un ataque de risa. Daiana sube corriendo y se abrazan tiernamente.
Esta claro que hay muchos tipos de amores y que no tienen edad, para el será un recuerdo borroso de su infancia, Daiana no creo que lo olvide y yo espero que dure muchos años.
Pd. Tengo un amigo que está superenvidioso de mi hijo, le dice, chaval: cuéntame como lo haces. El pequeño sonríe inocentemente, yo creo que sabe perfectamente que no tiene competencia.
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