jueves, 16 de mayo de 2013

ni se te ocurra




Sólo llevo unas horas y como algunas historias que lo merecen  le voy a dar una segunda oportunidad. Mala época para visitar Alemania, con un avión lleno de turistas alemanes y de españoles que venían a encontrar un futuro laboral.
Se me hizo un nudo en la garganta mientras hablaba con mi compañera de asiento, una argentino-española de Mendoza, que dejaba en Almería cinco hijos para buscarse la vida, de nuevo, en Frankfurt. Le desee, de corazón que encuentre pronto la salida y que puedan volver a reencontrarse. Me impactó su alegría de vivir y su ánimo contagioso a pesar de los problemas actuales que tenía la familia para sobrevivir.
Yo llevaba la lección aprendida, llegada a la terminal 2 y traslado a la terminal1 mediante  el Skyline,  tren bala futurista, tipo Blade Runner, pero sin Harrison Ford, ni velocidad extrema, sólo unos pilotos coreanos de compañeros de vagón que parecían trillizos. Desde allí salir hacia el tren, en dirección Frankfurt Hbf, en las paradas ( aquí viene lo mejor) Hauptwache o Konstablerwache, en fin, que cuando intuí que estabamos cerca me bajé. En realidad, me bajé cuando lo hizo la mayoría, suponía que debíamos estar en el centro de la ciudad. Y así fue. 
De ahí al hotel, el  Best Western Hotel Scala, al ladito de donde tengo que trabajar.Tras dejar el equipaje, bajé para dar un paseo y encontrar un supermercado, donde comprar comida, ya que probablemente no me iba a apetecer cenar sola. La zona es comercial, pero de ropa y artículos que no se comen y tras preguntar me indicaron el único supermercado que debe de haber por aquí. Disfruté eligiendo las fresas, la piña, el queso, el salami, los panes de semillas, zumos y alguna cosa mas que se me ocurrió y claro al llegar a la cola me di cuenta que no llevaba bolsa, y para ser ecológica metí todo en mi bolso, que es grande y lo llevaba vacío y casi revienta, la piña ya me la fui comiendo por la calle, como si fuera aborigen.
Tras dar un paseo, cargada como una mula, me volví al hotel y me puse a disfrutar de mi cena europea. Yo no hablo alemán, pero hoy aprendi dos cosas:
Ni se te ocurra comprar queso aromastich, para un teutón eso significa que lo huelan hasta en Paris, y mira que me gusta el queso, de cualquier tipo, pero en estos momentos está amordazado en la nevera y tengo el cerebro impregnado a un regustillo a pies.
Tampoco compres Salami Pfeffer, que por el apellido recuerda a Michelle,  y resulta que también me gusta el picante, pero en estos momentos tengo la boca anestesiada.
 
Dije que le iba a dar una segunda oportunidad y me lo está poniendo dificil, pero mañana, que tendré todo el día para reconciliarme, lo volveré a intentar.

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