Su corazón se hallaba en constante y turbulenta agitación, temperamento
creador, tenía un don para saber esperar y, sobre todo, una romántica
presteza; era la suya una de esas raras sonrisas, con una calidad de
eterna confianza, de esas que en toda la vida no se encuentran más que
cuatro o cinco veces.
F. Scott Fitzgerald
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