Mama hoy es el día del cuento.Con estas palabras amanecía ayer el pequeño, recordándome algo que ya sabía y de paso, certificaba mi sentencia de muerte para esa tarde, algo que me había buscado yo solita y de lo cual no había posible retorno.
En mi afán de convertirme en una mama sociable y enrollada, no hacía ni una semana, que tras una salida-excursión-peregrinación acompañando a la clase del pequeño y dejándome llevar por la alegría del momento, mientras las niñas me rodeaban y me pedían que me quedara con ellas en el aula, no se me ocurrió otra cosa que decirles, hoy no puedo, pero si os apetece puedo volver otro día a contaros un cuento, tras lo cual, la profesora, al oir mi ofrecimiento y entre el albototo que se formó, aprovechó la ocasión para decirme inmediatamente, te tomo la palabra, por qué no vienes el martes que viene y les cuentas un cuento?, a lo que yo, así, de echada para adelante contesto, perfecto, quedamos el martes.
Y el martes llegó.
Tras pasar por unas horas previas ligeramente nerviosa, llegó el momento del cuento, y allí, ante veinte y pico pequeños que me reciben con alegría, y me escuchan con atención, les cuento una historia de islas, hadas y música. Puedo decir que es la primera vez que me encontré ante un auditorio tan interesante, experto y agradecido y disfruté enormemente de la experiencia.
Mi hijo, situado en la última fila me miraba con unos ojos tan brillantes y una timidez contenida que escondía una enorme ilusión por lo que estaba pasando. Sólo por verlo a él tan seguro y orgulloso de mi, mereció la pena el trance previo.Ya quiero repetir.
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