martes, 9 de abril de 2013

Lugares anónimos


Conocí a Antía por casualidad, como las cosas importantes de la vida. 

Hace mas de diez años, durante mi estancia en un  museo en el que pasé  largas jornadas de encierro por motivos laborales, se amontonaban decenas de obras de artistas jóvenes en su claustro interior, silenciosos participantes en unos de esos certámenes de nuevos valores que desde las administraciones, museos y centros culturales se solían organizar. Las obras esperaban la visita del jurado, falsas esperanzas, ilusiones rotas en muchos casos por un final ya premeditado.

Tras cruzar a diario por el lugar, y con la sana curiosidad de una aspirante fracasada a artista, debido a que  todas las obras estaban situadas por el reverso, nos dedicamos a descubrir alguna, al azar, de forma totalmente anárquica, por el mero hecho de descubrir la variedad de artistas y apabullados por el número de obras que allí aguardaban. 

Entre las piezas de diversos estilos, dimensiones, materiales, sorprendentes diseños y formas nos encontramos con su obra. La pieza no era de gran formato, estaba enmarcada y tenía escrito en una pegatina blanca y con boligrafo el nombre de la artista; me sorprendió la letra, ingenua e infantil y tras fijarme en el nombre, Antía, me di cuenta que tenía que ser casi una niña.

Al darle la vuelta, consiguió volver a sorprenderme, era una obra realizada en punto de cruz, parecía la labor salida de un colegio de monjas, sobre un paño blanco y cosida en tonos pastel, una frase bordada, como lo que se podían encontrar antiguamente en las casas de bien, con una cita de carga religiosa, del tipo Dios bendiga esta casa. En ese  primer instante que llamó tanto mi atención  pensé, pobrecita, como se le habrá ocurrido enviar esto?, fueron sólo unos segundos hasta leer la cita que contenía, pobrecita yo, la cara que se me puso al leer esa casi virginal imagen; el texto decía Contigo hasta follaría sin ganas, y así entre rosas y letras góticas, me quedé muda. 

De todo lo que vi en ese lugar, durante aquella época fue lo único que me quedó grabado y durante bastante  tiempo me acordé de la obra y de cómo y qué sería de la artista. No quedó seleccionada.

La casualidad, de nuevo, me llevo a ella, años después visitando una exposición colectiva. La obra ganadora, una fotografía de un espacio abandonado, de un lugar de ausencia con un texto escrito, un graffitti en la pared y una frase que de nuevo me conmovió. Me fije en el nombre, Antía, y pensé tiene que ser ella, a pesar de el cambio de material, del soporte, y del tiempo transcurrido,  recordaba el nombre y volvía a sorprenderme con una frase que no te dejaba indiferente : Te quise más que a nadie hijo de puta.
Salí de la exposición pensando, tiene que ser ella. El mismo concepto, los mismos sentimientos, la misma sensibilidad.
 
Un año mas tarde un amigo galerista me mostraba obras de sus nuevos artistas y ahí estaba, la fotografía del premio, la obra de Antía. Me interesé tanto por su trabajo y por la foto en particular, que, conociendo mis gustos y con motivo de una ocasión especial, un grupo de compañeros y amigos me regalaron la foto que tanto me gustó. 

Poco tiempo después, ya siendo una artista reconocida, en la galería de mi amigo Antonio se hacía una colectiva  en la que ella participaba con varias obras. Ese día fuí a la inauguración y nos presentaron, hablamos, nos reímos, le conté mi descubrimiento en el museo y se sorprendió tanto de mi recuerdo como yo de conocerla.

Pocos días después, Antonio, el galerista,  me llamaba que tenía algo para mi. Antía me regalaba su obra, que no fue seleccionada y aún poseía. Ahora  forma parte de mi colección particular.

P.d. No os imaginais la cara de mi madre la primera vez que la vió, pasó de la sorpresa al desconcierto como yo y también se quedó muda.


"Un encuentro, una conversación o un movimiento vivido se inscribe en un espacio determinado. Pero las paredes y los objetos que presenciaron esas escenas y conocieron nuestra historia, tampoco se han quedado a mi lado. De ahí esa búsqueda desenfrenada por encontrar sus réplicas en esos paisajes desolados, en esos escenarios de acción y pasión, vacíos por nuestra ausencia, pero cargados de la misma intimidad y secretos que nos rodeó. Lugares anónimos cuyo vínculo emocional se debe al mismo abandono que compartimos y sufrimos. "

Antía Moure

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