miércoles, 25 de julio de 2012

el jardinero fiel




El primer libro especial que guardo de mi infancia es una cuidada edición facsímil de Edith Holden, títulada, en la traducción española, La Felicidad de vivir con la naturaleza. Fue un regalo de mi padre, tras un viaje a la capital y visitar como hacía de costumbre alguna librería para encontrar alguna novedad que le pudiese interesar para su profesión o sus diversas aficiones.
Recuerdo que cuando me dio el libro, me dijo: Fíjate que bonito es, haz como ella, escribe un diario. Yo, impresionada por las magníficas acuarelas y los conocimientos sobre botánica de la escritora, decidí comenzar a escribir, pero lo dejé enseguida, consciente de mis limitaciones y quizás porque todavía era demasiado joven para comprender lo que mi padre me quería transmitir con esa sugerencia.
Con el paso del tiempo el libro ha vuelto a mis manos en diversas ocasiones, ya que  que ha permanecido cerca de mi desde entonces, en el estante de los libros especiales, de los que algún día hablaré. 
Esta noche lo he buscado, ya que soy de las que pienso que las cosas realmente importantes de la vida siempre ocurren por casualidad y aunque creas que controlas tu vida, es esta la que te controla a ti. Lo busqué porque me puse a pensar que no se si sería a causa del libro, al que yo siempre lo consideré una pequeña joya,  cuando se descubrió mi amor por la jardinería, el cultivo de las plantas ornamentales, el placer de llenarme las manos de tierra y ver crecer las plantas y  disfrutar de ellas en todas las estaciones o si el regalo llegó porque ya apuntaba ese gusto por los jardines.
De mi padre he aprendido muchas cosas, las mas importantes que sé y una de ellas es el respeto a la naturaleza y el placer de disfrutar del campo, de plantar, de podar, de ver crecer y reconocer el mensaje de un jardín. 
Sólo en el campo recupero la tranquilidad que me roba la  vida cotidiana y no hay como un mañana soleada en un jardín mediterráneo con el olor a lavanda y santolina, o una brumosa en uno atlántico, rodeada de robles, brezos, camelios, rododendros y mis queridas azaleas. Todo esto se lo debo a mi jardinero fiel.

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