Me han regalado unos días, un tiempo para mi. Con la disculpa del trabajo, he viajado como "consorte" con el pacto de dedicarme al dolce far niente. Unos días para disfrutar de un descanso que ya me hacía falta y el cuerpo lo estaba pagando. Desde el lunes disfruto de Madrid, para mi y como me apetece.
Los paseos por Chueca y el Barrio de las Letras, los museos de siempre que nunca fallan, con los espacios nuevos que descubro y abren la mente a hacer cosas nuevas.
El tiempo me ayuda y dejando una alerta amarilla y un clima invernal, he venido a disfrutar de los retazos de verano que se resisten a marchar. Que bonito se ve Madrid en otoño...
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